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Problemática chespi: la lucha solitaria de centros terapéuticos.



Muchos proponen enterrarlos en las cárceles, otros “meterles bala”. Sin embargo, todavía hay quienes creen que es posible renacer, recuperar familias, reinsertar a las víctimas socialmente.

“El Estado solo está dando un gran silencio”

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Emiliano forma parte de una iglesia, Ministerio Familias del Rey (Pentecostales), en Itauguá, departamento Central. Dirige un grupo de apoyo y autoayuda que nació en el 2017 y se llama La Cueva de Adulam.

Se reúnen todos los lunes a las 19 horas, sin excepción, no hay feriados. “Somos tres facilitadores que ayudamos en el grupo. Yo también fui adicto a las drogas y sé lo que es padecer por eso. Con la ayuda de Dios y hermanos de una iglesia pude llegar a salir de ese mundo peligroso y de muerte lenta pero segura”

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-¿Cómo es la relación entre recuperados y otros que inician el proceso?

En el grupo de apoyo vienen aproximadamente 8 personas, a veces más. Hay días que no viene nadie. Son personas que perdieron a su familia y vivieron por la calle, pero que hoy son personas de bien. Otros estuvieron en prisión y, a los ojos de la sociedad, ya no tenían cura, pero hoy son diferentes y ayudan a otros. Otros tuvieron que pasar por el nosocomio o el neuropsiquiátrico.

-Este es un trabajo lento, más aún porque la gente les teme y condena debido a los robos.

La opción humanitaria es la más difícil. Hay una realidad detrás de cada adicto. Muchos vienen de familias disfuncionales, otros fueron abusados, maltratados entre otras diversas circunstancias. Otros quieren probar algo nuevo o estar “en onda”. La presión de grupo, “por rebeldía”, es muy fuerte. El adicto antes se escondía para drogarse, hoy ya no es tan así. No obstante, el adicto se margina a sí mismo.

-¿Qué ayuda reciben desde el Estado en esta labor?

Trabajé en un centro de rehabilitación donde ayudé al director a buscar rubros del Estado, pero esa ayuda es muy pobre respecto a los centros de rehabilitación de adictos. Del proyecto que presentó este director se recortó el 50%. Recuerdo que tenía que presentar factura cada mes, pero el Estado desembolsaba cada 3 o 4 meses, no había continuidad. Hoy día ese centro tuvo como 3 recortes más.

El Estado no valora a las personas que ayudan a los que luchan contra las drogas. La mayoría de los centros que existen trabajan a todo pulmón. Esperamos que este Presidente de la República nos apoye a todos los centros. Tengo amigos que ayudan a tocar puertas, llamadas, mensajes y solo recibieron un gran silencio por parte del Estado.

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