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Todo Paraguay está deslumbrado por la colección de arte inesperadamente descubierta en una de las casas allanadas el lunes durante el operativo Pavo Real. Pavo Real es un operativo organizado por la Secretaría Nacional Antidrogas (Senad) y el Ministerio Público para desarticular una red criminal comandada por el narcotraficante Jarvis Chimenes Pavão.

El operativo comenzó esta semana con numerosos allanamientos simultáneos y detenciones. Uno de los detenidos fue Carlos Andrés Oleñik Memmel, sospechoso de integrar la red de lavado de dinero del mencionado narcotraficante brasileño. Su casa fue allanada y… oh, sorpresa.

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Las fotos de la sala-comedor de Carlos Oleñik Memmel durante el allanamiento de su casa del barrio Santo Domingo de Asunción que circulan en internet parecen las de un museo cerrado por inventario, con las paredes totalmente cubiertas de cuadros en un frenesí de horror vacui y, por falta de lugar, largas pilas de cuadros embalados en el suelo. Por si fuera poco, la prensa informa que tiene todavía más obras de arte en otra casa, en San Bernardino. Dan ganas de hacer un tour, una visita guiada. Hay gente tuiteando que habría que reunir estas “joyas del arte nacional” en un local de acceso público. ¿Por qué no montar una exposición? Podríamos llamarla “NarColores”, ya que la mayoría de las obras son cuadros de rica paleta, o “NarcotizArte”, ya que el operativo es de la Senad.

Bromas aparte, tal exposición no va a realizarse porque sería chocante para el mercado legal del arte involucrarse así con el mundo del tráfico ilegal. Sin embargo, esas relaciones no serían tan extrañas ni tan nuevas. Pensemos en el auge del tráfico de cocaína y el simultáneo esplendor de las galerías de arte en Colombia en la década de 1980, un ejemplo que podría orientar futuras investigaciones en otros países. Los tesoros descubiertos este lunes en el barrio Santo Domingo de Asunción no son nada al lado de la legendaria colección de arte del difunto jefe del cártel de Medellín, Pablo Escobar, colección cuyo valor estimado rondaba los 1500 millones de dólares. Según la leyenda, Escobar tenía obras de Dalí junto a tigres disecados y pianos de cola y cuadros de Guayasamín en el baño. Es un cliché burlarse del mal gusto de los narcos, pero lo cierto es que la muerte de Escobar y el encarcelamiento de los capos del cártel de Cali, también generosos compradores, significaron el fin de las millonarias ventas de pinturas y esculturas y las flamantes y lujosas galerías de los años dorados del mercado colombiano del arte.

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¿Por qué Escobar tenía un Dalí? ¿Por qué los narcos colombianos compraban obras de arte? ¿Por qué una colección de arte paraguayo ha resultado descubierta en el marco de un operativo contra el narcotráfico? ¿Qué tienen que ver el arte y la delincuencia, o el crimen organizado?

Los ricos compran obras de arte, joyas, aviones y mansiones porque son signos de su alto estatus socioeconómico, pero, a diferencia de los aviones o las joyas, las obras de arte producen además una impresión de respetabilidad, de decencia. Eso convierte la posesión de obras de arte en algo especialmente conveniente para quienes no deseen despertar sospechas sobre sus actividades. Lo cual puede explicar en parte la relación entre el dinero malhabido y el mercado del arte, e incluso quizá el descubrimiento de la colección de arte durante el allanamiento del lunes.

Pero ese no es el motivo principal.

Recordemos que la casa de Carlos Andrés Oleñik Memmel fue allanada porque se lo considera sospechoso de integrar una red de lavado de dinero. El motivo principal por el cual desde hace décadas tantos delincuentes son grandes compradores de obras de arte es que el mercado del arte es el paraíso del lavado de dinero.

La expresión “lavado de dinero” (money laundering) apareció en Estados Unidos en la década de 1920, durante la “ley seca”. “Lavar” es ocultar los orígenes ilegales del dinero. El dinero puede ser lavado: 1) a través de entidades financieras, 2) mediante bienes inmuebles y 3) con obras de arte, antigüedades, joyas. En las entidades financieras, por ejemplo, es frecuente el “smurfing”, que consiste en dividir el dinero en varias partes, depositarlas en varios bancos y transferirlas de un banco a otro; cuanto más rápidas sean las transferencias, más difícil será rastrear el origen del botín. En el sector inmobiliario, es común la subvaluación de propiedades, que se compran con dinero “sucio” y se revenden al precio normal de mercado para recobrarlo como dinero “limpio”. Hay muchas otras técnicas; estas son solo dos de las más conocidas.

Entre todas las formas de lavar dinero, convertirse en amante del arte es la mejor. Para comenzar, como se suele decir, “el arte no tiene precio”. Solo que no es una metáfora: nadie sabe realmente cuánto vale una obra de arte en términos monetarios. ¿Cómo podría alguien saber semejante cosa? Se cree que hay especialistas que pueden fijar ese valor –no solo debatible, sino fluctuante, sujeto a cambios históricos y modas pasajeras– con precisión. Es falso. No es un valor objetivo. Sin embargo, no podemos sino creer lo que nos dicen, porque el arte es un misterio inaccesible para nosotros, los legos, que requiere una ceremonia secreta de iniciación en las catacumbas. En textos curatoriales, artículos, libros, etcétera, críticos y curadores se aseguran de impedirnos a los profanos la entrada en el templo del arte arrojándonos tanto humo de colores a la cara que solo podemos defendernos a bostezo limpio antes de escapar corriendo. Esto puede parecer cómico, pero es una gran ventaja en la práctica. Un funcionario de aduanas, por ejemplo, desconfiará de muchas cosas, pero difícilmente se atreverá a opinar sobre el valor, ni estético ni monetario, de una obra de arte. Las autoridades en general no están capacitadas para hacerlo. Si de lavar dinero se trata, no cuestionarán el monto pagado por una obra de arte. Es probablemente el modo ideal de no despertar sospechas.

Y como el arte, además de ser signo de estatus, produce una impresión de decencia, la cereza del pastel es que, te dediques a lo que te dediques, sea lícito o ilícito, si cuando llegas a casa puedes contemplar un Picasso en la pared de tu quincho, eso le dará a tu vida cierta respetabilidad.

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Escrito por Montserrat Álvarez en ABC digital 


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