La oscuridad asfixiante de Guayaquil paraliza el comercio.

La oscuridad asfixiante de Guayaquil paraliza el comercio.
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En el corazón de Guayaquil, el aire se llena del aroma del diesel, mientras el zumbido de los generadores eléctricos se entrelaza con la humedad del ambiente. Los ecos de los autobuses y los gritos de los vendedores animando a los transeúntes a entrar en sus tiendas forman una sinfonía caótica. Esta es la ciudad del comercio, donde sus habitantes están orgullosos de su espíritu emprendedor y su afán de lucro. Sin embargo, hoy en día, la mayoría de los almacenes están sumidos en la oscuridad debido a la falta de electricidad.

En la panadería Nacional los hornos permanecen apagados. Llevan cinco horas sin luz, justo en el momento en el que más pan venden. Dos empleados atienden los mostradores e intentan llenar los espacios vacíos que deja la baja producción debido al racionamiento. Casi mil hogazas de pan quedaron sin hornear tras cortes de energía inesperados. “Acordamos dejar el pan en el horno, pero la compañía eléctrica no respetó el horario publicado. Perdimos el pan que más vendemos”, lamenta Rux Pérez, uno de los trabajadores del establecimiento.
Panaderías, farmacias, ferreterías, tiendas de ropa, productos orgánicos, confiterías y restaurantes pueblan la manzana Rua Luque, una zona llena de comercio. Miguel Ángel Rumipamba, de 50 años, gastó 600 dólares en un generador para alimentar una bombilla que mantiene caliente el cerdo asado para hacer sándwiches y una licuadora para hacer batidos. “Perdí el 40% de mis ingresos en un solo día”, se queja.

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Mientras limpias los estantes, buscas algo que te anime mientras esperas a los clientes, que son atendidos casi al instante. “¡Que vuelva la luz!”, exclama el hombre, divirtiendo a los comensales que están degustando unas empanadas algo frías. El bullicio del centro disminuye por la tarde y termina casi al anochecer. Los empresarios de la región, y prácticamente de todo Guayaquil, enfrentan la inseguridad desde hace años. Tener un negocio es un riesgo en una de las ciudades más peligrosas del país y del mundo. Entre enero y el 19 de agosto se registraron 1.150 delitos violentos y el año aún no termina. Nadie menciona la extorsión; El silencio, en estas condiciones, salva vidas. El guayaquileño que visita el centro enfrenta el miedo con resiliencia y necesidad.

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La incertidumbre sobre cuánto durarán los apagones los pone nerviosos. Este es el sentimiento de Carlos, que tiene una pequeña imprenta. «Sólo estoy abriendo la tienda para que la gente no piense que la he cerrado por completo». Su negocio depende enteramente de la electricidad. “No pude comprar un generador porque la situación ya es bastante grave y no hay suficientes gastos adicionales”, continúa. En la misma calle la situación es similar. El local está a oscuras y sin clientes. “La gente sale menos cuando no hay luz, probablemente piensan que no les damos servicio o simplemente tienen miedo de salir de casa”, añade Carlos.

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Al lado de su tienda está la de Ana Paula Suárez, que tiene óptica. Las dos máquinas oftálmicas están cubiertas por un revestimiento. “Se suponía que la luz volvería a las 13.00 horas, pero aún no ha llegado”, lamenta. En un día, solo vio a un cliente que le dejó una receta para gafas personalizadas. “Si un paciente quiere que le hagamos un diagnóstico a sus ojos, tendremos que hacerlo a la antigua usanza y probablemente no le guste”, añade.

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La electricidad regresó a las 3:30 p.m. Un grito de alegría resonó en el centro. Se apagaron los generadores y regresaron el reguetón y el vallenato a todo volumen. Nadie sabe cuánto durarán los apagones. Ya ni siquiera miran los calendarios publicados por el Gobierno porque no creen que se cumplan. El ministro de Energía ofreció una nueva rueda de prensa para anunciar que llovió la noche del lunes, pero no lo suficiente como para aumentar el caudal del embalse de Mazar, que alimenta dos centrales hidroeléctricas. Además, anunció que el jueves se reunirán para decidir cuántas horas de corte eléctrico se esperan para la próxima semana. Hasta este martes, la mayor parte del país ya llevaba 12 horas sin electricidad.

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