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Descifrando la sopa de letras: el juego científico.

El verdadero nombre de Dios es encontrado por un grupo de monjes tibetanos en la historia de Arthur C. Clarke. Se especula que el número de posibilidades divinas es de 9 mil millones, cuestionando si es posible calcular el número exacto a partir de las indicaciones dadas por los monjes.

José Moya sugiere que al calcular el número exacto de posibilidades del nombre de Dios podríamos tener en cuenta las reglas morfológicas y fonéticas del idioma español, lo que reduciría el número de combinaciones posibles, y complicaría su cálculo.

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Además, sugiere plantear el metaproblema de definir con precisión las condiciones morfológicas y fonéticas del verdadero nombre de Dios antes de calcular el número de posibilidades. Plantea preguntas como cuántas palabras de cuatro letras hay en el idioma español, o cuántas palabras nuevas de 4 letras podrían formarse sin forzar la morfología y fonética.

También se plantea el interesante caso de palabras trisilábicas con solo tres letras, así como palabras disílabas con nueve letras, y el dicho latino «en nombre del presagio» cuestionando a qué trabajo estaría predestinado un ecuatoriano basándose en su nombre.

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El periodista atrae a sus lectores a calcular el número de sintonizadores de pianos en la ciudad donde residen, planteando el famoso problema de Fermi de calcular valores plausibles sobre los que no había suficiente información, incluyendo preguntas interesantes sobre la amplitud de palabras en diferentes contextos y lenguajes, generando un ambiente de cuestionamiento y curiosidad sobre la forma en que entendemos el lenguaje y el significado de la existencia en relación con la palabra y el nombre de Dios.

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