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Durante el interrogatorio en el juicio de este jueves por la mañana (13), la acusada Kátia Regina de Castro, de 48 años, acusada de matar a su marido, Givaldo Domingues da Silva, de 43 años, agente de Agetran (Agencia Municipal de Transporte y Tránsito), en mayo 2017, dijo que actuó en defensa propia. En el testimonio, la mujer lloró en varios momentos, afirmando que no aceptaba la sexualidad de su hijo y que quería que la mujer “resolviera” el problema.

Según ella, el hijo, desde niño, sufrió agresiones psicológicas por parte de su padre quien le decía que tenía que “hacerse hombre”, incluso amenazas de muerte.

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Asegura que un mes antes él había pedido la separación porque estaba en otra relación. “Dijo que no quería más porque el amor se había acabado y cuando lo cuestioné dijo que estaba con otra y que ella lo estaba presionando para que se separara. Estuvimos de acuerdo, pero él siguió viviendo en la misma casa, incluso durmiendo en la misma cama”, relató, afirmando que a pesar de ello, no fue motivo para que él cometiera el crimen.

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En la semana anterior al asesinato, la pareja se había peleado porque Givaldo la cuestionaba, le pedía que hospitalizara a su hijo o lo mandaba a la calle y la mujer se negaba. En la misma semana, según ella, cuando su esposo llegó del curso quiso atacarla, pero ella logró ponerlo contra la pared. La pelea cesó cuando la hija llegó a casa.

Interrogada, la mujer dijo que la mayoría de las veces las agresiones eran verbales y siempre en casa, no discutían en la calle ni en casa de familiares y amigos. “Nuestra lucha siempre ha sido esta. Siempre fue por nuestro hijo. Mi marido era muy homofóbico”, recuerda y añade que nunca lo denunció por miedo a que la mataran y que su marido también matara a su hijo, ya que ella se había convertido en el hazmerreír de los amigos por la sexualidad de su hijo.

Asesinato

El día del crimen, según informó al juez y al Consejo de Sentencia, ella estaba en la cocina cuando llegó su esposo, puso la lonchera sobre la mesa, bebió un vaso de agua y se dirigió hacia ella, ya agrediéndola. “Todo el tiempo habló de nuestro hijo, de admitirlo. Me agarró de los dos brazos y cuando iba a darme un puñetazo agarré el cuchillo. Aún así logró sacar el cuchillo dos veces e intentó apuñalarme, pero cada vez que lograba liberar un brazo lo acuchillaba, hasta que se caía”, explicó.

En ese momento, según ella, se detuvo y respiró. “Pensé en llamar a la policía, a los bomberos, pedir ayuda, pero tenía miedo, porque mi hijo y mi hija estaban a punto de llegar a casa y siempre aparecía mi mamá”, dijo.

Luego lo metió en una carretilla, forró con plástico el asiento trasero del auto, lo metió ahí y se fue “sin rumbo”. “Nunca antes había tomado la carretera, pero fui hacia Sidrolândia, me detuve y lo dejé allí. Regresé a casa, me cambié de ropa y la quemé junto al plástico, luego limpié la casa”, detalló.

“En el calor del momento, no pensamos, no razonamos, solo quería sacarlo de la casa”, respondió cuando le preguntaron si escondió el cuerpo para desligarse de la responsabilidad.

El hijo

El hijo de 21 años también declaró ante el juez donde confirmó los hechos sobre la homofobia de su padre. Dijo que se llevaban bien hasta los 13 años, luego a los 14, cuando se declaró gay, comenzaron las peleas y los insultos. “Dijo que su hijo no nació para ser gay, nació para ser hombre”, informó.

También dijo que siempre le tuvo miedo a su padre, porque había una amenaza de muerte, y por eso no lo denunció. Explicó que hubo una agresión cuando su padre lo sorprendió vistiendo ropa de mujer.

Dijo que no supo de la muerte de su padre hasta después de que se encontró el cuerpo. Días después su madre contó lo sucedido. “Lloré mucho, me quedé sin palabras”, recuerda.

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Separación

La familia de Givaldo cree que el crimen ocurrió por el pedido de separación ya que tenía una amante.

Evandro Ferreira Ballo, de 36 años, mecánico, sobrino del agente de Agetran, recordó que al día siguiente del asesinato de su tío, Kátia fue a la casa de la familia de Givaldo a hacer un asado y dijo que no sabía el paradero de su esposo. Solo dos años después, después de mucha insistencia de la cuñada de Kátia, ella fue a una estación de policía para registrar un boletín por la desaparición de su esposo.

Cuando el cuerpo de Givaldo fue encontrado en una zanja, Kátia se habría desesperado diciendo que la pondrían como sospechosa, pero que ella no había hecho nada, recuerda el mecánico. “La soltaron 6 años, que la detengan. Ella tiene que pagar por lo que hizo”, dijo Evandro.


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