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Preguntas imposibles | El país México

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Preguntas imposibles | El país México
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En un albergue de la Ciudad de México conocí a cuatro familias palestinas que, después de haber perdido todo en uno de los conflictos más devastadores de nuestro tiempo, han encontrado refugio en nuestro país. Sus historias vienen como explosiones: la vida que dejaron atrás, sus historias de amor, los horrores del ataque armado que afecta desproporcionadamente a las personas más vulnerables, la tierra perdida, los sabores que extrañan, parece que las albóndigas siempre son mejores en casa, las cosas que ya no pueden recuperarse. Casas, trabajos, calles que tenían nombre y ahora son escombros.

En sus palabras, la belleza y la frustración coexisten. Sus ojos, cargados de emociones tan intensas que apenas se atreve a mirarlos demasiado tiempo, parecen mantener un lenguaje difícil de descifrar. En algún momento, una voz hace la pregunta imposible de responder:

«¿Quién va a devolver mi tierra, mis compañías?»

Después de mi interminable silencio, me dice:

«No hice nada». Solo trabajé para mantener a mi familia. Incluso ayudó a causas humanitarias.

Ese último comentario cruza mi alma. Si bien porto mi camisa de Acnur, no puedo evitar pensar que, en este mundo cambiante y caprichoso, todos podríamos ser refugiados en algún momento.

Las preguntas se arrojan al aire con la inocencia de aquellos que buscan explicación, pero aterrizan en mí con el peso de un juicio. Como si alguien, por haber presenciado, podría ofrecer justicia.

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Trabajar como embajador de buena voluntad en Acnur es una experiencia tan brillante como dolorosa. El ejercicio de escuchar y contener cientos de historias, de empatizar con emociones tan desgarradoras, fuerzas para aprender a sonreír incluso cuando, por dentro, el corazón se ahoga.

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Y sin embargo, la vida insiste. Los niños juegan. Uno me enseña sus cicatrices y sonríe tímidamente; Le sonrío mientras lo empuito en una motocicleta de juguete en el patio. Otro, con una pelota en mis manos, me mira y pronuncia, orgulloso, una de las pocas palabras que ya domina en español:

«¿Sabes?»

Me gustaría decirle que sí, pero no quiero una mala impresión del fútbol mexicano.

Entonces surge la pregunta colectiva, ¿qué hacemos? ¿Cómo podemos ayudar?

Estamos inundados de noticias, videos e imágenes que se vuelven cada vez más inmunes al sufrimiento. La piel se vuelve gruesa, incluso si uno no quiere. Un mecanismo de supervivencia muy triste.

¿Qué hacemos?

Tomar medidas.

Además de hablar, teniendo conversaciones incómodas, de usar nuestras redes para denunciar las injusticias, podemos hacer algo muy concreto:Ayuda a los que ayudan.

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Para aquellos que han estado celebrando los años insostenibles: gestionar refugios, comprender los flujos migratorios, apoyar a los refugiados, proporcionar asesoramiento legal, alimentos, un techo; Buscando, día tras día, cómo reintegrarlos a la sociedad. A la nuestra.

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En este refugio también hay refugiados de Honduras, de Haití, de Cuba, Venezuela y Afganistán. Todo con historias de amor y pérdida que se cruzan en el mismo patio, en la misma cocina. La comida depende de la buena voluntad de diferentes organizaciones y sociedad civil.

Si está interesado en ayudarlos, vaya a:

Acnur, la Agencia de los Refugiados de la ONU, protege a las personas obligadas a huir debido a conflictos y persecuciones. Puedes unirte

Shadi, uno de los refugiados palestinos, tiene una cafetería en Jilotepec, estado de México. Él y su familia tienen café con la tradición hereditaria. Me da una bolsa, orgullosa y me pide que la oliera. Los Aromas pueden hacernos llorar por muchas razones, ¿verdad? Los recuerdos de la infancia, un viejo amor o, como en este caso, el fantasma de una cafetería en Gaza que ya no existe.

También podemos ayudar a Shadi. Tu café se llamaCafé Abu el ArabY nunca un café te hará sentir algo así. Lo encuentras en Instagram.

Estas cuatro familias, dieciocho personas de Palestina, comienzan su nueva vida en nuestra ciudad. Gracias al apoyo de estas organizaciones, ahora preparan para sus clases de español, para buscar gradualmente el mercado laboral, nuestras costumbres. Tienes que decirlo, no se ven felices; Hay mucho dolor en la apariencia. Pero también hay esperanza. A pesar de sus circunstancias, saben que son afortunados, que la única alarma que podían escuchar aquí sería la sísmica. Las bombas han terminado.

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Shadi me da una cadena de metal con una bandera de Palestina. Lo pone en el cuello. Le doy un abrazo y solo puedo decirle:

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«Buena suerte, querido Shadi». Continuamos.


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Mujeres solicitantes de asilo cuentan al Congreso las trabas administrativas que han puesto en peligro su supervivencia en España | España

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Mujeres solicitantes de asilo cuentan al Congreso las trabas administrativas que han puesto en peligro su supervivencia en España | España
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Tres mujeres ilustraron este lunes en el Congreso con sus propias desventuras las dificultades para acceder al asilo en España, las citas que no llegan y los trámites que se prolongan poniendo en peligro vidas cogidas con alfileres. María Galiego Calate, quien llegó desde Guatemala en 2019, bajó la voz para contar el día en que ella y sus hijos ya no tenían qué comer. En España la sorprendió la pandemia y se fue a trabajar a la zona más peligrosa de contagio, una residencia de ancianos, pero una denegación de asilo la dejó sin trabajo. Hoy está a punto de recibir su DNI, pero todavía no sonríe para nada, porque le falta el DNI de sus hijos, quienes en estos años cumplieron la mayoría de edad y ya no cuentan con el amparo de la madre para este trámite. «No queremos ayuda, queremos trabajar y pagar impuestos», afirma.

Galiego Calate perdió a su padre en el genocidio guatemalteco que comenzó en 1960 y duró 36 años. Su madre, Ana Calate, fue pionera en la larga búsqueda de los desaparecidos y obtuvo una dura sentencia contra su país en tribunales internacionales por excesos militares. Ese triunfo ha perseguido a la familia desde entonces. Pero no es sólo la violencia política, sino también la que afecta a las mujeres en las dictaduras y que las obligan a abandonar sus países y buscar refugio en otros. También lo contaron la nicaragüense Nora Rugama y la cubana Marta Ramírez, todas ellas bajo el paraguas de la Asociación de Mujeres Guatemaltecas, que ha acompañado sus casos en la lucha con la Administración española.

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Adilia de las Mercedes, jurista especializada en Derechos Humanos de la citada organización, presentó un informe titulado Sin citas no hay derechos para los diputados que quisieron venir a escucharlo. El documento recuerda que España es, después de Alemania, el país que más solicitudes de asilo recibe, llegando a 167.366 el año pasado, debido a las crisis políticas en la región latinoamericana y algunos conflictos armados en otros lugares. En 2024, a pesar del derecho internacional y los tratados firmados, España sólo concedió la protección solicitada en un 13% de los casos, mientras que en la Unión Europea la media fue del 51,4%, según el informe. En los tribunales quienes solicitan refugio tampoco corren mejor suerte: el año pasado un 4,5% de los casos se ganaron mediante litigio administrativo, lejos, de nuevo, de la media europea, que asciende al 27,1%.

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Los dolorosos trámites y el incumplimiento de la ley, denunció De las Mercedes, derivan en situaciones asfixiantes para mujeres que ya habían sufrido experiencias denigrantes en sus países por su género que no son ajenas a ninguna dictadura, ni de derecha ni de izquierda, como lo han demostrado Nora Rugama y Marta Ramírez. El primero, nicaragüense, estuvo dedicado a la protección y terapia de mujeres que sobrevivieron a la violencia sexual en la infancia, un tema espinoso bajo el régimen dictatorial de Daniel Ortega y Rosario Murillo. La hija de Murillo, Zoilamérica, acusó a su padrastro de violarla. Ahora está exiliada en Costa Rica y el caso se cerró falsamente con la aquiescencia de la madre.

“Estaba estudiando en España y no sabía que era refugiado hasta que leí los estatutos internacionales y supe que tenía que pedir asilo porque cumplía el temor fundado antes mencionado de la posibilidad de ser perseguido”, dijo Rugama, de 40 años. Las mujeres que la acompañaron en su trabajo de derechos humanos en Nicaragua en la organización Aguas Bravas están sufriendo la misma persecución. Los obstáculos para obtener asilo le impidieron acceder a una vivienda y este lunes denunció el galimatías de las solicitudes: “Los nombramientos no deberían ser monopolio de las mafias”, afirmó. De las Mercedes también señaló que acompañar a la Administración en uno de estos casos «de complejidad media requiere entre 100 y 125 horas de trabajo», un tiempo del que muchos de ellos no disponen. También se esperaba en el Congreso la presencia de una mujer de El Salvador que no pudo asistir porque faltar al trabajo le habría causado mayores problemas.

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Pero la sede parlamentaria sí contó con la presencia de la cubana Marta Ramírez, que ha sufrido los rigores de otra de las dictaduras que «traicionó los principios que inspiraron las revoluciones que las precedieron». Ramírez es periodista y activista por los derechos de las mujeres y «el feminismo es considerado en Cuba algo pequeño burgués e innecesario, porque se da por sentado que todos tienen derechos garantizados, pero allí ocurren feminicidios como en cualquier otro lugar», afirmó. Partió con su hija para hacer el viaje inverso que hacían sus abuelos, españoles exiliados de la Guerra Civil y el franquismo. Sus dificultades con el asilo le han provocado dificultades para acceder al sistema sanitario, que necesitaba su hija, que padecía complicados problemas de salud.

En alusión a esos exiliados de ida y vuelta que ejemplifica la experiencia de Ramírez, el abogado De las Mercedes señaló que “nadie está nunca a salvo de tener que abandonar su tierra” y que “no se puede argumentar escasez de recursos para no otorgarles el derecho de asilo al que tienen derecho estas personas, algunas de las cuales han pasado hasta 15 meses sin siquiera acceder a una cita para iniciar el proceso”. De las Mercedes reclamó en el Congreso «al que se llama el Gobierno más progresista del mundo» plazos razonables, no superiores a 15 días, para formalizar un nombramiento, que se implementen canales telemáticos y telefónicos para ello y que se tenga en cuenta el sexo y la formación de quienes entrevistan a estas mujeres, porque regularmente son revictimizadas. «Ahora echamos de menos esas colas de gente que hace años esperaban toda la noche para pedir asilo, al menos tenían una oportunidad al llegar la mañana. Hoy es más difícil», afirmó.

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Celtas Cortos: “La conciencia obrera nos ayudó a no convertirnos en gilipollas” | ICONO

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Celtas Cortos: “La conciencia obrera nos ayudó a no convertirnos en gilipollas” | ICONO
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El paso del tiempo no parece haber incidido en los Celtas Cortos. El grupo que toda España recuerda cada 20 de abril (la canción del mismo título tiene alrededor de 60 millones de visitas en Instagram) sigue viva y coleando después de cuatro décadas y dos millones de discos vendidos. Ahora lo van a celebrar con un nuevo recopilatorio, 40 años contando historias, y una gira conmemorativa que, en 2026, visitará grandes pabellones en diez ciudades. Hemos hablado con sus tres componentes más veteranos: Jesús Cifuentes (voz y guitarra), Alberto García(violín y trombón) yGoyo Yeves (saxo y silbar).

¿Es más difícil vender música nueva a tus fans que reenviarles lo que ya saben?

Jesús: Totalmente, al menos en nuestro caso. Toda la explosión que vivimos en los años noventa, que fue el momento de mayor auge y popularidad que tuvimos, parece marcar la mochila que te acompañará el resto de tu vida. Hemos seguido trabajando hasta el día de hoy y lanzando nueva música, y es mucho más difícil darla a conocer con la intensidad que nos gustaría.

Su primer álbum, Salida de emergencia (1989) era muy anómalo para la época. Era un disco de folk instrumental, un género que todavía estaba asociado a la Transición y a cierta caspa, pero vendió 60.000 copias. ¿A qué atribuye ese éxito?

Goyo: Es cierto que venimos del folk, pero ya lo estábamos mezclando con las guitarras eléctricas. Nos empezaron a etiquetar como folk-rock, y quizás eso fue lo que más llamó la atención, porque, al menos en España, entonces no se practicaba tanto esa fusión. Otro factor es que tocamos mucho y en vivo ya éramos muy explosivos. La gente que nos vio no lo olvidó.

Jesús: Somos hijos de Gwendal, Milladoiro, Oskorri, de la música tradicional castellana y del rock radical vasco. Así que nos convertimos en un híbrido que era mirado con cierto desdén por parte de las ortodoxias, tanto del folk como del rock. Pero, positivamente, podemos decir que hemos contribuido a poner en escena la música tradicional y a hacer del mestizaje hoy algo comprendido, respetado y visto con naturalidad.

En aquel momento los fichó Paco Martín, un rey de la industria que acababa de descubrir hombres g. ¿Qué vio en ti?

Alberto: Conozco esa respuesta porque se la escuché a él mismo decirla no hace mucho. Vio, sobre todo, que llenábamos un espacio, que era el de la juerga en el escenario, la locura, aún a pesar de no tener letra. También fue quien sugirió a Jesús escribir y cantar.

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Jesús: No lo recuerdo así. Yo ya tenía ese deseo y esa necesidad de una manera muy clara.

Entre 1992 y 1996 realizaron unos 150 conciertos al año. ¿Se quemaron?

Alberto: Hombre, los kilómetros seguro que no han pasado en balde. Hubo momentos en los que literalmente no sabíamos dónde estábamos, incluso por la distancia física, porque un día estábamos jugando en Badajoz, al día siguiente en Tarragona y al siguiente en Bilbao. Pero son cosas que todos los músicos hemos vivido de alguna manera, estás trabajando en el camino y así es.

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Jesús: Tú también tuviste la estupidez de tener poco más de veinte años y no saber para quién estás cosechando. Y el post-concierto, que fue mucho más serio que el concierto. Este tipo de cosas que te hacen subirte a una nube que tiene forma de autobús, y que hace que no sepas dónde vas a caer. Luego nos apresuramos.

Alberto: Sí, hubo sobrecarga. Recuerdo algún momento de absoluta asfixia llamando a casa y diciendo: “No puedo con esto”.

Goyo: En ese momento llegábamos a un lugar, hacíamos una parada y íbamos todos al baño y al teléfono verde del bar, y teníamos que esperar a que terminara uno para que el otro fuera, llamara a casa y dijera: “Estamos bien, ¿cómo va todo por ahí?” En definitiva, experiencias que ahora nos parecen muy antiguas.

Jesús: Siempre teníamos que decirle a Goyo: “¡Termínalo!”, porque podía estar hora y media hablando.

Fue un éxito muy repentino. ¿Cómo mantuviste los pies en la tierra?

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Goyo: Aunque a veces hemos compaginado muchas noches con días, unas más que otras, lo bueno es que siempre hemos tenido muy buena comunicación entre nosotros. Y, sobre todo, creo que hemos sabido aceptar determinadas necesidades personales de los demás en algún momento por encima de esta vorágine. Lo hemos llevado bien porque somos amigos, siempre lo hemos sido desde el principio, y eso es algo que nos diferencia de muchos otros. No somos una banda que haya sido construida artificialmente, y todo eso ha hecho que sigamos aquí después de 40 años.

Jesús: Y también la conciencia de que éste es un trabajo afortunado, y hemos querido salvaguardarlo de nuestra propia necedad. Creo que la conciencia de clase trabajadora nos ha ayudado un poco a tener…

Goyo: …que no se hagan idiotas. Respetar el bien común que compartimos, porque sabemos que ganarse la vida como músico en España es realmente una fortuna de la que muy pocos disfrutamos.

Su grito de guerra al despedirse de los conciertos fue “Nos vemos en los bares”. ¿Siempre cumplieron su promesa?

Jesús: En los noventa diría que el 90% de las noches. En otras palabras, una tontería. Hoy me sorprende que hayamos sobrevivido con tanta fortuna.

Goyo: Luego vino otra década en la que surgió eso del “nos vemos en los parques”.

En 1996, Celtas Cortos fue el grupo que más conciertos dio en España. Fue el mismo año en el que José María Aznar obtuvo la presidencia del Gobierno. Puede que haya sido el único pucelano de adopción que competía en popularidad con usted.

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Jesús: Bueno, será mejor que dejemos Aznar a los madrileños. Estuvo un tiempo asociado a Valladolid porque presumía de estar cerca de la localidad, de acudir a la milla de oro de la Ribera y de jugar al mus con los paisanos. De todas formas, en ese momento, y dado nuestro color ideológico, que siempre ha sido progresista, nos enfrentamos a una serie de cuestiones que tenían que ver con quién había estado en el gobierno y podía tomar la decisión de llevarte a jugar a su ciudad o no.

¿Y ellos también sufrieron esa factura a nivel personal? Jesús, por ejemplo, provenía de una familia de militares y cantaba a favor de la insubordinación.

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Jesús: Claro que eso generó sus momentos de polémica, pero tengo que decir que mi padre aterrizó en el cuerpo digno porque, en su época generacional, era una manera de prosperar. Lo identifico claramente como un trabajador más, que se vio en la necesidad de salir de su pequeño pueblo castellano para buscar judías y allí encontró sus huesos. Luego, en mi familia el elenco militar es amplio y poderoso, no voy a profundizar en esto, pero llega un momento que ya sabes que tus conversaciones no tienen por qué pasar por eso, porque tenemos posiciones contrapuestas y no vamos a llegar a un acuerdo.

De todos modos no has sufrido el nivel. veto a otros grupos como, por ejemplo, Soziedad Alkoholika. Quizás porque siempre fueron masivos, transversales y gustaron. Incluso tendrán muchos seguidores de derecha.

Alberto: Es verdad lo que dijimos del grupo de fiesta, algo que todos sienten en la misma línea, poder disfrutar de un momento relajado con música, con baile, sin inhibiciones.

Jesús: Nuestra bandera tiene un color más pronunciado que otra, pero está envuelta en un papel más o menos cariñoso y bondadoso. Entonces es cierto que incluso gente de derecha ha compartido ese tiempo con nosotros de la misma manera, pero no creo que seamos los únicos a los que les ha pasado eso.

Y siguen siendo muy amigables con los medios. Tienen el privilegio de tener un altavoz para decir cosas que muchos otros no pueden.

Jesús: Sí, bueno, el ejercicio de la palabra siempre lo hemos hecho de forma absolutamente libre. Para mí ponerle letra a una canción es un reto, es lo más jodidamente complicado y lo que más me cuesta. Lo hago con mucha conciencia de que lo que quiero expresar tiene un contenido, una dirección y una emoción real, que tiene un propósito en el sentido de que es revulsivo o transformador y que también es un abrazo, algo que invita. Entonces, esa carga de positivismo, así se trate de situaciones duras o de putas realidades sociales, quizás se lanza desde la ingenuidad o humildad de un cronista. La clave también está un poco ahí, porque es algo muy cercano, no nos estamos expresando desde ningún púlpito elevado, sino desde la acera por la que todos los días pasamos todos los ciudadanos.

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has estado muy consciente de la situación en Palestina desde hace años. En ese sentido, ¿les cantarían “cálmate, majete, en tu silla” a muchos compañeros de gremio?

Jesús: Esta conversación ya tiene cierta recurrencia. Creo que falta coherencia y que también hemos llegado tarde al posicionamiento, y a muchas otras cosas. La corporación de músicos famosos está ahora muy lejos. La música ha dejado de servir como elemento socialmente transformador, y no sé en qué momento se rompió ese vínculo, la verdad. Hay sectores que lo hacen con más intensidad, comohip-hoppero el bulto no se posiciona, no quiere mojarse. No sé si es por miedo al qué puedan decir las redes sociales, a las consecuencias que puedas sufrir por esto o simplemente porque son generaciones más anodinas. La verdad es que el perfil de la juventud está oscilando hacia la extrema derecha de manera peligrosa y eso, en mi opinión, es una falta de criterio que no ha sido bien gestionada.

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Dentro de la industria musical, ¿has tenido muchos conflictos ideológicos personales al afrontar determinadas dinámicas? Por ejemplo, esta nueva gira la realiza con la multinacional Live Nation.

Alberto: A veces ha surgido la posibilidad de que detrás de nosotros estuviera un patrocinador con una pancarta, y siempre hemos considerado, de manera bastante colectiva, este tipo de cosas. Lo que pasa es que, además, a veces la vida te presenta situaciones que tienen forma de tren que pasa y no sabes a qué destino realmente vas a llegar, pero tienes la sensación de que tienes que tomarlo.

Goyo: El hecho de que ahora estemos con Live Nation detrás de nosotros, que representa la gran maquinaria del entretenimiento a nivel internacional, lo primero que me ha hecho sentir es que les has dado algún motivo para que te presten atención, ¿no? Entonces, eso quizás eclipsa todo. Y también te estás poniendo al servicio de gente que se dedica a algo a lo que tú también te dedicas que es la música, el entretenimiento. Y está claro que, si quieres ser coherente con todas tus ideas, probablemente no puedas comprarte un coche, un teléfono o una determinada marca de ropa. Pero sí planteamos esas dudas, por supuesto. Y también tenemos que decir que, en esta gira, el precio va a ser el mismo para todas las entradas: 38 euros, que pasan a ser 42 con esta tasa de gestión, que es algo que nadie entiende. Aún así, pueden ser los más baratos que Live Nation haya visto jamás.

40 años contando historias Se publica el 21 de noviembre. Las fechas de la gira pueden ser consultar en su web oficial.


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Rebeldes de Sudán reclaman la captura de la última gran ciudad de Darfur fuera de su control | Internacional

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Rebeldes de Sudán reclaman la captura de la última gran ciudad de Darfur fuera de su control | Internacional
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Los rebeldes de las Fuerzas Sudanesas de Apoyo Rápido tomaron el domingo el control del cuartel general estratégico de El Fasher, capital de Darfur del Norte y último gran bastión mantenido por el ejército en la región de Darfur, en el oeste del país, desde el inicio de la guerra civil hace dos años y medio. El avance de estos paramilitares se produce después de que, en los últimos meses, intensificaran el asedio a la ciudad, donde permanecen atrapadas unas 260.000 personas, la mitad de ellas niños. El avance de las fuerzas rebeldes va acompañado de atrocidades generalizadas contra la población. De confirmarse, la caída definitiva de esta localidad consolidaría la fractura de Sudán en dos mitades. El Ejército aún no se ha pronunciado sobre la supuesta toma de El Fasher.

Según medios sudaneses, el colapso de la defensa del cuartel central de la Sexta División de Infantería en El Fasher se produjo después de que los paramilitares lanzaran el domingo un ataque a gran escala desde varios frentes. Soldados y combatientes locales y de grupos armados darfuríes aliados con el ejército se vieron obligados a replegarse y retirarse a los barrios occidentales de la ciudad, donde afirman controlar todavía algunas instalaciones clave y las últimas zonas residenciales donde se concentra la mayoría de la población.

Las Fuerzas de Apoyo Rápido intensificaron su ofensiva en la ciudad en abril después de que el ejército retomara el control de la capital del país, Jartum, y luego recuperara todo el centro de Sudán. El Fasher es la única capital de los cinco Estados de Darfur, principal bastión de los paramilitares, que no habían ocupado a finales de 2023. Sin embargo, y a pesar de haber resistido durante más de 500 días, las capacidades de las fuerzas que defienden la ciudad, reabastecidas sólo esporádicamente con suministros aéreos cada vez más complejos e ineficaces, están hoy extremadamente agotadas y desgastadas. Los paramilitares, con la ayuda de mercenarios y el apoyo de los Emiratos Árabes Unidos -que niegan cualquier implicación- han conseguido someter a la ciudad a incesantes ataques, que pronto podrían caer en su totalidad.

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Como ha ocurrido en todas sus ofensivas anteriores, las Fuerzas de Apoyo Rápido están cometiendo atrocidades generalizadas. La Red de Médicos de Sudán advirtió el lunes que los paramilitares ejecutaron al menos a decenas de civiles el domingo por la noche por motivos étnicos. El Centro de Investigación Humanitaria (HRL) de la Universidad de Yale identificó la posible toma de prisioneros en la zona del aeropuerto. Y los combatientes paramilitares publicaron un vídeo de la captura del periodista local de Al Jazeera Moamar Ibrahim, uno de los únicos en la ciudad. Sin embargo, desde el domingo las comunicaciones en El Fasher están cortadas y se desconoce el verdadero alcance de la violencia.

Las Fuerzas de Apoyo Rápido han afirmado erróneamente en el pasado que no hay civiles en El Fasher y han declarado espacios protegidos como hospitales y mezquitas como objetivos militares. En las últimas semanas, el grupo ha intensificado los ataques contra objetivos civiles, incluidos lugares de refugio, comedores comunitarios, mezquitas, un mercado, el único centro médico operativo de la ciudad y zonas residenciales, que han dejado decenas de muertos. Uno de estos ataques, a mediados de octubre, afectó a caravanas metálicas utilizadas como viviendas improvisadas y varias personas, entre ellas niños, fueron quemadas vivas, según un grupo local.

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Desde que los paramilitares comenzaron a penetrar en El Fasher, también han incendiado casas aparentemente debido a la discriminación étnica, según un análisis del HRL de Yale. Desde el estallido de la guerra, las Fuerzas de Apoyo Rápido han aplicado una política de tierra arrasada en más de 100 ciudades y campos de desplazados de Darfur, habitados principalmente por comunidades no árabes, como los fur, los masalit y los zaghawa. En 2023, los paramilitares mataron entre 10.000 y 15.000 personas tras tomar El Geneina, la capital de Darfur occidental, y el pasado enero Estados Unidos declaró que sus acciones en la región constituyen genocidio.

Bloqueo de la ayuda humanitaria

El asedio paramilitar en El Fasher, que ha incluido el bloqueo de la ayuda humanitaria, ha provocado una escasez crítica de alimentos durante meses, lo que a su vez ha disparado el precio de los pocos alimentos que hasta hace poco llegaban de contrabando. Medios locales han alertado de que, desde mediados de octubre, este flujo se ha detenido por completo y que incluso se estaba acabando una mezcla vegetal tradicionalmente utilizada para alimentar al ganado que la gente había comenzado a consumir ante la falta de alternativas. Los grupos locales llevan meses registrando varias muertes por desnutrición cada semana.

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Además, las Fuerzas de Apoyo Rápido completaron este mes la construcción de un muro de tierra de casi 60 kilómetros que rodea completamente El Fasher, permitiéndoles controlar todo lo que entra y sale de la ciudad. Grupos y medios locales también han documentado violencia generalizada contra quienes intentan huir, incluidos casos de extorsión, saqueos, tortura, desapariciones, violencia sexual y ejecuciones extrajudiciales. Muchos de los que han escapado han muerto en el camino, ya que los pueblos más cercanos están a gran distancia. También se han denunciado casos de extracción forzada de sangre de civiles.

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Para los paramilitares, consolidar el control sobre toda la región de Darfur les permitiría redirigir fuerzas hacia el otro gran frente de la guerra: Kordofán, una región dividida en tres estados que se extiende desde el centro al sur del país y que sirve como base desde la que amenazar una vez más al centro de Sudán, incluido Jartum. Al mismo tiempo, consolidar su autoridad en todo Darfur reforzaría la división del país y les permitiría promover el Gobierno que anunciaron en las zonas bajo su control en agosto, poco después de haber proclamado un consejo presidencial encabezado por su líder, Mohamed Hamdan Dagalo.


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