Las consecuencias de estos obstáculos no se agotan en el corto plazo. El informe destaca la existencia de los denominados “scarring effects”, esto es, los efectos permanentes que un episodio de desempleo en la juventud puede dejar en el resto de la vida laboral. El BID cita diversos estudios que evidencian que los jóvenes que pasan largos periodos fuera del mercado laboral suelen percibir salarios más bajos incluso décadas más tarde. A esto se suma un deterioro de la salud mental y de la autoestima, efectos que afectan tanto la productividad como la estabilidad emocional de los jóvenes.
En términos de participación, los datos más recientes del BID muestran que el 43% de los jóvenes del Cono Sur solo estudia, el 28% trabaja exclusivamente, el 10% combina estudio y empleo, y un 17% no participa en ninguna de estas actividades. Esta última cifra resulta particularmente alarmante, ya que refleja un alto nivel de exclusión en plena etapa productiva.
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El reporte del BID también examina el papel de las habilidades socioemocionales y las aspiraciones de los jóvenes. En este sentido, se observa un desajuste entre las expectativas personales y las posibilidades reales de inserción laboral, especialmente en países como Uruguay, donde muchos jóvenes aspiran a empleos que no se alinean con su nivel educativo o con la estructura productiva del país. Esta brecha entre aspiraciones y oportunidades puede convertirse en una fuente adicional de frustración, desapego institucional y desmotivación.
Además, el BID reconoce el valor de las habilidades socioemocionales para mejorar la empleabilidad. Programas que fortalecen la autoestima, la capacidad de tomar decisiones, la comunicación asertiva y la perseverancia han mostrado impactos positivos sobre la inserción laboral y la reducción del abandono educativo.
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