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El feminismo dominicano en torno a las tres causas necesita hacer auto -crítica y renovar | Boletín estadounidense

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El feminismo dominicano en torno a las tres causas necesita hacer auto -crítica y renovar | Boletín estadounidense
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Esta es la versión web estadounidense, el boletín de El País América en la que aborda noticias e ideas con una perspectiva de género. Si quieres suscribirte, puedes hacerlo En este enlace.

La lucha por la despenalización del aborto, promovida por el movimiento feminista en la República Dominicana, ya tiene más de 20 años de experiencia. Esta ruta ha colocado el movimiento tanto en etapas victorias como en lo que parece una espiral interminable de enfrentamientos contra el poder político y los poderes fácticos del país, como las iglesias evangélicas y la Iglesia Católica, cuya cúpula siempre ha mantenido una influencia importante en el estado dominicano. Esto nos coloca en una necesidad urgente de renovación, porque parece que estamos perdiendo el poder político y social.

Para comprender este proceso, es necesario recordar que el Código Dominicano actual data de 1884. En 1997, cuando el ex presidente Leonel Fernández creó una comisión legal con el objetivo de preparar un nuevo código penal, el movimiento feminista vio la oportunidad de abrir el debate público sobre la despinalización del aborto e influencia de la Comisión. Sin embargo, aunque eso representaba un avance importante, no fue posible lograr el objetivo, ya que el trabajo de aprobación de un nuevo código penal no tuvo éxito.

Gracias a la persistencia del movimiento, en 2006 el tema se discutió nuevamente en el Congreso Nacional, esta vez con la posibilidad de despenalizar el aborto en circunstancias excepcionales. La propuesta no prosperó debido a la fuerte oposición política y social que generó.

Unos años más tarde, en 2010, se promovió una reforma constitucional que pretendía cerrar definitivamente el debate sobre el aborto, estableciendo en el artículo 37 la inviolabilidad del derecho a la vida desde la concepción hasta la muerte. Esto desató grandes movilizaciones por el movimiento feminista, que entendió el impacto de dicho artículo como un obstáculo grave para cualquier intento futuro de despenalizar el aborto. A pesar de las protestas, la reforma constitucional finalmente fue aprobada.

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El debate sobre el aborto continuó ocupando un lugar central en la agenda feminista. Por lo tanto, en 2014, cuando se reabrió la discusión sobre un nuevo código penal y el Congreso insistió en mantener la penalización, la presión del movimiento feminista logró influir en el gobierno de Danilo Medina. Como resultado, el Presidente observó los artículos recién aprobados relacionados con el aborto, que dio paso a una negociación que culminó con la aprobación de un código penal que contempló la despenalización en tres situaciones excepcionales: riesgo para la vida de las mujeres, la violación o el incesto, y la inesperación fetal. Sin embargo, estos dos últimos estuvieron sujetos a la aprobación de una ley especial y la definición de protocolos para su implementación.

Este avance fue efímero. El nuevo código nunca entró en vigor porque los grupos religiosos y los sectores conservadores fueron al Tribunal Constitucional, lo que declaró que no es constitucional alegando que su aprobación no cumplió con el procedimiento requerido. Aunque los recursos también cuestionaron la constitucionalidad de las causas, el tribunal no pronunció sobre ese aspecto en sus motivaciones.

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Desde entonces, el debate se ha mantenido abierto en un contexto de tensión constante, marcado por la fuerte influencia de la Iglesia Católica y las iglesias protestantes en la población, que generalmente se usan como una herramienta de presión política para chantajear a los senadores, los diputados y el poder ejecutivo, especialmente en los períodos electorales. Que también se articulan con grupos de extrema derecha y otros grupos religiosos en la región.

El gobierno de Luis Abinader tampoco ha escapado de esta coerción. Aunque como candidato prometió despenalizar el aborto en las tres causas, incluidos en su programa gubernamental, no cumplió su palabra. A pesar de las constantes presiones del movimiento feminista por las tres causas, al igual que el campamento de 2021, en octubre de 2025, un Congreso en su mayoría oficial aprobó un nuevo código penal que mantiene la pena de aborto en todas sus circunstancias.

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Aun así, la sociedad muestra señales de apertura. Según los datos del Barómetro Américas (2019), el 61 % de los dominicanos están de acuerdo con al menos dos de las tres causas, lo que puede considerarse un logro del movimiento feminista. Sin embargo, los contratiempos, el estancamiento y la cada vez menos interlocución con los tomadores de decisiones en torno al aborto han desgastado el movimiento, generando fracturas internas, una pérdida significativa de poder político y una disminución progresiva en su capacidad de movilización social.

Las estrategias del movimiento feminista han combinado la movilización con la incidencia política, principalmente en el Congreso y el poder ejecutivo. En un país presidencial como república dominicana, este último concentra gran parte de las decisiones y define las líneas del partido. La incidencia política, aunque ha sido la herramienta central en la lucha por las tres causas, se ha repetido sin una mayor renovación en los argumentos o en las formas de acción. Esto ha llevado a invertir recursos y energías en los políticos que parecen compromiso, pero terminan cediendo al poder religioso y su chantaje.

Aunque los espacios institucionales no deben ser abandonados, el feminismo dominicano en torno a las tres causas debe detenerse, reflejar, hacer auto -crítica y renovar. El campamento fue un esfuerzo importante, pero terminó reforzando un discurso restrictivo, incluso dentro de las causas mismas. Aunque contribuyó a expandir la aceptación social de estos, también colocó el movimiento en la posición de promover historias que pueden limitar la conversación más amplia sobre el aborto.

Esto es crucial porque, aunque las tres causas representarían una conquista significativa, solo beneficiarían a una pequeña parte de las mujeres. Las estimaciones del Instituto Guttmacher calculan alrededor de 82,000 abortos clandestinos anualmente en el país. La mayoría de estas mujeres, que abortan fuera de las tres causas, están fuera de los discursos del movimiento más visible, aunque son las que enfrentan criminalización más directamente.

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Frente a esto, los grupos comunitarios y anti -racistas han comenzado a impulsar una narración diferente, centrada en el aborto deseado y la autonomía de las mujeres. Estos enfoques reclaman la posibilidad de vivir el aborto como un acto de cuidado y alivio, en lugar de desplazar la imagen del sufrimiento constante en torno al aborto, como la única posibilidad de que algunos sectores del feminismo han promovido.

Además, la concentración del movimiento alrededor de los tres terrenos ha relegado otros problemas igualmente urgentes que afectan a las mujeres: pobreza, megaminería y sus impactos ecológicos en las comunidades rurales, el alto costo de vida o racismo, que debería ser un eje transversal en nuestras luchas y aún no lo es. Todo esto nos distingue de la vida diaria de las mujeres dominicanas.

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En conclusión, el movimiento feminista para el aborto en la República Dominicana, especialmente que se concentra en las tres causas, debe centrarse en una reflexión profunda que permite reconectarse con las mujeres y su poder popular, que hasta ahora ha sido secuestrado por las iglesias, explorar otras formas de acción y abrir nuevas conversaciones en torno al aborto en el país, con un aspecto más interseccional. También reconoce que el aborto es parte de una conversación más amplia que tiene que ver con la justicia reproductiva. Mientras fortalece los esfuerzos para acompañar a aquellos que, a pesar de la penalización, quieren abortar y necesitan información segura.

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Israel lanza una ola de bombardeos contra Hezbolá en el sur del Líbano | Internacional

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Israel lanza una ola de bombardeos contra Hezbolá en el sur del Líbano | Internacional
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El ejército israelí ha intensificado este jueves sus acciones en Líbano, donde ha llevado a cabo múltiples bombardeos que se extienden por buena parte del sur del país. Los ataques, especialmente intensos al este de la ciudad libanesa de Tiro, han causado un muerto y tres heridos, además de provocar el cierre de escuelas en medio de escenas de pánico.

El portavoz de las tropas israelíes en árabe, Avichay Adraee, anunció este jueves por la tarde una nueva ronda de ataques contra lo que afirma son puntos militares de Hezbolá, una milicia libanesa a la que Israel acusa de estar reconstruyendo sus infraestructuras en la zona fronteriza en lo que implicaría una ruptura de la tregua.

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[Noticia de última hora. Habrá actualización en breve].

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Las heridas y interrogantes que siguen abiertos a 40 años de la toma del Palacio de Justicia

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Las heridas y interrogantes que siguen abiertos a 40 años de la toma del Palacio de Justicia
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«Por favor ayúdennos, pare el fuego. La situación es dramática. (…) Comunicar esto a la opinión pública, para que el presidente dé la orden», suplicó Alfonso Reyes Echandía, presidente de la Corte Suprema de Justicia de Colombia, en Radio Todelar. Era la tarde del 6 de noviembre de 1985 y la sede de la dirección del poder judicial de su país, el Palacio de Justicia de Bogotá, era un campo de guerra. 35 guerrilleros del M-19, un grupo de origen urbano y dado a los ataques mediáticos, habían entrado a sangre y fuego con la bandera de obligar a los magistrados a realizar un “juicio” al presidente Belisario Betancur, a quien acusaban de haberlos traicionado en una negociación de paz que ya estaba abocada al fracaso. La reacción, que el presidente dejó en manos de los militares, fue aún más sangrienta. El edificio acabó incendiado, 11 de los 25 jueces del Tribunal Supremo fueron asesinados, se perdieron miles de expedientes de todo tipo.

En una larga historia de violencia política como la de Colombia, los acontecimientos en Palacio siguen siendo especialmente relevantes. Incluso más que otros episodios más mortíferos y recientes. En 1989, por ejemplo, el narcotraficante Pablo Escobar hizo estallar un avión que despegaba de Bogotá a Cali, dejando 110 muertos. En el año 2000, paramilitares devastaron la localidad de El Salado, en la región Caribe, y dejaron más de 100 muertos, según la Fiscalía. Y en 2002, la guerrilla de las FARC atacó la iglesia del pueblo de Bojayá, en Chocó, y asesinó al menos a 74 civiles. Las circunstancias, por el lugar del ataque, la importancia política de las víctimas o la visibilidad de lo ocurrido, marcan la diferencia. Y es por eso que un episodio que en Colombia ha sido llamado “holocausto” ha ocupado una atención en el periodismo o las artes, comparable sólo con el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán el 9 de abril de 1948, y el posterior Bogotazo.

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Además, el poder judicial ha sentido el ataque como un dolor permanente. Los magistrados asesinados eran colegas, profesores, jefes e incluso familiares de muchos abogados de generaciones posteriores, y sus muertes dejaron una huella que la justicia aún hoy lamenta.

Además de esta herida abierta, el debate sobre la toma y retoma es tan actual y belicoso que en él participa el presidente Gustavo Petro, quien fue militante del mismo M-19 y, aunque no participó en la toma, ha defendido un relato que reduce la responsabilidad de sus excompañeros. El tema es tan delicado que un juez ordenó recientemente la eliminación de un diálogo de una película sobre el Palacio; Tan válida es que este miércoles el expresidente Álvaro Uribe Vélez ha propuesto una nueva norma “que otorga a los militares que participaron en el rescate del Palacio de Justicia, condenados o aún bajo investigación o proceso, todos los beneficios equivalentes a una absolución”.

La relevancia de lo que ocurrió hace cuatro décadas implica preguntas sin respuesta. Uno de ellos tiene que ver con la protección de los magistrados. A pesar de que se había revelado un plan guerrillero para atacar el Palacio, noticia que había llenado los titulares, ya que varios magistrados habían recibido amenazas de muerte, la seguridad del Palacio había sido reducida el 5 de noviembre. “Me gustaría tener la respuesta a la pregunta de quién dio esa orden”, dice Ángela María Buitrago, exministra de Justicia y quien como fiscal lideró la investigación penal sobre las desapariciones forzadas de una decena de personas, a manos de militares.

Otra pregunta sin una respuesta clara son los motivos del ataque. El M-19 emitió un proclama desde Palacio sobre lo que denominó Operación Antonio Nariño por los Derechos del Hombre. “Llamamos al juicio público de las minorías apátridas que han defraudado el deseo de paz y traicionado las exigencias de progreso y justicia social a toda la nación”, dice en una de sus frases centrales, para luego exigir que los principales medios difundan el proceso con el que soñaron. “Estimados magistrados: tenéis la gran oportunidad, de cara al país, y en vuestra calidad de gran reserva moral de la República, de presidir un juicio memorable”, se lee más adelante.

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Pero la sombra del narcotráfico se cierne sobre lo ocurrido desde 1985, desde que la guerrilla acordó una demanda de los narcotraficantes. «A través de un impopular y escandaloso Tratado de Extradición, se logra nuestra legalidad – la más creciente e innovadora de todas las entregas – lo que es un golpe mortal contra la soberanía nacional», se lee en la misma proclama. Aunque, especialmente personas cercanas a Pablo Escobar han dicho que el capo pagó a la guerrilla por el ataque, tratando de evitar que la Corte Suprema avalara ese tratado, al que se opusieron a sangre y fuego. Quien fuera el teniente, Jhon Jairo Velásquez, popeyees una de esas fuentes; Otros han sido Virginia Vallejo, amante de las drogas, o el jefe paramilitar Carlos Castaño. La cuestión queda en el aire, ya que no hay pruebas ni está claro que una atrocidad de este tipo tendría el efecto esperado. Lo más parecido a una respuesta, según una Comisión de la Verdad formada por los altos tribunales en 2005 para esclarecer los hechos de Palacio, es señalarla como una hipótesis probable. “Todo indica, entonces, que hubo conexión entre el M-19 y el Cartel de Medellín para el asalto al Palacio de Justicia”, se lee en su informe final.

Una tercera pregunta es hasta qué punto los militares asumieron el poder real durante esas horas. El entonces Ministro de Justicia, el político liberal Enrique Parejo, argumentó que había un vacío de poder, en el que eran los generales quienes decidían qué hacer. Pero su entonces compañero de Gobierno, Jaime Castro, publicó un libro dedicado a argumentar que no existía tal cosa, y que la decisión de responder con la fuerza vino de Betancur y su Gobierno, que temían que darle juego a la guerrilla les hubiera llevado a lograr un levantamiento popular y tomar el poder.

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La cuarta cuestión gira en torno a la responsabilidad de cada asesinato, cada desaparición, cada decisión en las más de 27 horas de combates e incendios. Investigadores, periodistas e interesados ​​se han topado con todo tipo de problemas para encontrar pruebas suficientes de lo ocurrido. En algunos casos, los testigos dan versiones contradictorias; en otros, los testigos han muerto -esos días, o en las cuatro décadas que han transcurrido-; En algunos casos, la falta de pruebas balísticas o la manipulación del Palacio por parte de policías y militares antes de la llegada de los funcionarios judiciales impiden obtener pruebas técnicas suficientes.

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Quizás la más significativa de las preguntas sin respuesta, que va desde lo judicial a lo político, es si los militares sabían que el M-19 iba a realizar el ataque y lo permitieron, para golpear duramente al M-19 en lo que algunos han llamado «operación ratonera». Aunque los generales lo han negado reiteradamente, los tres magistrados que encabezaron una comisión para investigar los hechos entre 2005 y 2010, dan crédito a la medida. “La Comisión de la Verdad considera esta hipótesis como una de las más probables”, se lee en su informe final. Jorge Aníbal Gómez, José Roberto Herrera y Nilson Pinilla señalan que el Ejército estaba “violado en su dignidad” y “herido en su autoestima” por acciones pasadas de una guerrilla particularmente mediática. Otros han añadido que los militares estaban molestos con el presidente, que había adelantado conversaciones de paz sin consultarles y en contra de su opinión.

Lo más complejo, según el exministro Buitrago, es que las respuestas a estas preguntas han variado, dejando un legado de desconfianza y poca credibilidad, como cuando los militares negaron tener conocimiento del plan M-19. Y eso mantiene las heridas vivas y abiertas.


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La 2, una cadena imprescindible para una (no tan) minoría | Televisión

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La 2, una cadena imprescindible para una (no tan) minoría | Televisión
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Hace unos años estaba enganchado Milenio; Por si no os suena, os cuento que se trataba, según la web de TVE, de un espacio de «debate, análisis y reflexión sobre temas de actualidad y de interés humano». No utilizaron realidad aumentada ni gráficos espectaculares; Eran cuatro personas charlando sobre temas planteados por su director y presentador Ramón Colom. A lo largo de sus más de ciento cincuenta emisiones, disponible en RTVE Play —bendito sea—, hablaban de todo: de Dios, de algoritmos o de la risa. Siempre con tranquilidad y conocimiento, porque todas las semanas venían expertos en la materia, en una, no en todas, como es habitual. Estuve esperándolo hasta que un día no regresó en la madrugada del día 2. Pregunté vía tweet y me respondieron que estaba pendiente de renovación. Puede parecer un pequeño esfuerzo, pero no soy de movilizar. Mi acto más reivindicativo consistió en escribirle a Miko para quejarse de la desaparición de uno de sus cucuruchos helados de trufa y chocolate –prioridades–; En mi defensa diré que entonces protestar tenía más mérito, había que molestarse en escribir una carta, comprar un sobre y un sello y buscar un buzón. Cuando indignarse requiere tanta burocracia, la irritación desaparece antes.

Esa despedida a la francesa es habitual en todas las redes. Con las series suelen ser algo más respetuosos y una triste nota de prensa advierte de su cancelación, pero muchos programas simplemente quedan en el limbo.

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Cada temporada temo que algunos de esos programas culturales y de divulgación que llevan tanto tiempo ahí que los damos por sentado desaparezcan por algún ajuste presupuestario avalado por su baja audiencia. Si estamos celebrando los buenos datos de TVE, ¿por qué a alguien no se le ocurre pedírselos a La 2, esa televisión que un día se anunció orgullosamente «para una inmensa minoría»? Dirán que pongo la venda antes de la herida, pero la combinación de búsqueda de rentabilidad y cortoplacismo me asusta tanto como a las superbacterias.

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Por eso quedé sumamente contento con la movilización que en su momento provocó la cancelación de El cazador de cerebros. Descubrí que después de los programas que son casi imperceptibles para los audiómetros, hay espectadores leales. Y por eso celebré mucho a Ondas un Página de dos. Me interesa mucho menos que me agrie la polémica por un premio literario que alegrarme de que se ponga en valor un espacio tan cuidado, ameno, estimulante y necesario como el que La 2 dedica a los libros. Viva los programas esenciales para una (no tan) minoría inmensa.

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