Internacionales
Democracia y cambio climático: más transparencia para un mundo en crisis | Democracia Iberoamérica

Los eventos climáticos extremos son cada vez más frecuentes. Las ondas de calor intensas y duraderas, la alteración de los ciclos lluviosos y los cambios en las temperaturas consideradas normales para ciertas épocas del año no parecen ser pasajeros, pero continuarán durante mucho tiempo. Según el grupo intergubernamental sobre el cambio climático, el aumento de las temperaturas, cuya causa es la emisión de gases de efecto invernadero producidos por la actividad humana, ha alcanzado 1.5 ° C en comparación con los niveles preindustriales (1850-1900). Este fenómeno no está aislado, ya que se manifiesta junto con otros dos procesos igualmente alarmantes: contaminación y pérdida acelerada de biodiversidad, formando así lo que las Naciones Unidas llaman una «crisis planetaria triple».
La existencia de esta triple crisis afecta transversalmente a las sociedades en todo el mundo sin distinguir las fronteras, los niveles de desarrollo o las formas de gobierno. Y aunque es una amenaza ambiental, sus impactos sociales, económicos y políticos también son muy profundos. La democracia, por supuesto, no es ajena a esta realidad, porque el cambio climático y sus consecuencias han comenzado a erosionar algunas de sus bases fundamentales. Hablamos, por ejemplo, de igualdad ante la ley, la participación pública efectiva, la garantía de los derechos y la estabilidad institucional.
Los efectos ambientales exacerban las desigualdades estructurales preexistentes, especialmente en las comunidades más vulnerables, que, paradójicamente, no son principales responsables de la crisis. Esto genera tensiones sociales, migraciones forzadas, desplazamientos internos y conflictos sobre el acceso a recursos básicos como el agua, la tierra o incluso el aire limpio. Actos como estos han sucedido en Darfur, Lake Chad y en los Estados Unidos que ven sus costas interiores. Por su parte, las catástrofes climáticas, como incendios forestales en Chile o huracanes que devastan las regiones de América Central y el Caribe, exponen los límites de las capacidades estatales, muestran brechas históricas en la infraestructura, la gobernanza y la protección social, e imponen la necesidad de repensar cómo responder a estos eventos.
El cambio climático ayuda a crear un escenario de fragmentación que debilita la cohesión social, facilita la expansión de la información errónea y abre espacio a discursos autoritarios que prometen respuestas rápidas, incluso si son regresivas o exclusivas. Esta desconfianza de las instituciones y la forma en que responden es una tierra fértil para narraciones que tienden a culpar a los actores específicos, la clase política, la academia o la comunidad científica, por la magnitud de la crisis o su gestión, o a deslegitimarlos por completo, llamando a sus advertencias como parte de una supuesta agenda ideológica. En este contexto, es crucial reafirmar la legitimidad del conocimiento científico en los asuntos ambientales, proteger el trabajo de quienes lo producen y comunicarlo de una manera accesible y transparente para reconstruir la confianza pública y fortalecer la deliberación democrática.
La crisis ambiental no es solo una preocupación de la «agenda verde» o el mundo científico, sino también un factor desestabilizador con implicaciones directas en la legitimidad de los gobiernos democráticos. En este sentido, la capacidad de un sistema político para responder de manera efectiva a estos desafíos es esencial tanto para mitigar los efectos de la crisis como para evitar que los ciclos de desconfianza ciudadana, apatía política y debilitamiento institucional se profundicen. Es decir: debe haber una justicia ambiental que no deja atrás a nadie y cuya formulación entiende, en su centro, a los ciudadanos. Ante este complejo escenario, es necesario repensar los marcos institucionales que regulan la relación entre la ciudadanía, el estado y el medio ambiente. Una sólida democracia ambiental, que garantiza el acceso a la información, la participación pública en las decisiones ambientales y el acceso a la justicia en caso de violación de los derechos, es clave para enfrentar esta triple crisis sin sacrificar los principios democráticos.
En este contexto, podemos mencionar dos tratados internacionales que abordan el tema, uno en Europa y otro en América Latina y el Caribe: el Acuerdo Aarhus de 1998 y el Acuerdo Escazú 2018, respectivamente. El primero de ellos, cuyo título oficial es Acuerdo sobre acceso a la información, participación pública en la toma de decisiones y el acceso a la justicia con respecto al medio ambienteEstablece que los ciudadanos de los estados se encuentran acceso a la información y están facultados para participar en la toma de decisiones y tener acceso a la justicia en asuntos ambientales. Antes de esto, el Acuerdo de Aarhus reconoce que, en asuntos ambientales, un «mejor acceso a la información y una mayor participación pública en la toma de decisiones permite tomar mejores decisiones y aplicarlas de manera más efectiva».
Este acuerdo internacional sirvió como inspiración para el Acuerdo Escazú, un tratado abierto para los 33 estados de América Latina y el Caribe. Después de debates controvertidos en varios países, incluido Chile, un país que lo promociona, aunque en el último momento el entonces presidente Sebastián Piñera decidió no firmar, el acuerdo entró en vigencia el 21 de abril de 2021 para ser ratificado por 11 de los 33 estados. Actualmente, el tratado tiene 18 estados parte y 24 firmas, esperando a aquellos que aún no expresan el consentimiento al obligarse a sí mismos por «Escazú» en los próximos años. En general, los objetivos de la América Latina y el Acuerdo del Caribe coinciden con los de su símil europeo, pero agregan un punto importante, nacido de las necesidades y características de la región: la protección de los activistas pacíficos del medio ambiente. De hecho, este es el único tratado internacional de derecho ambiental que aborda este problema.
Según su primer artículo, el Acuerdo de Escazú tiene como objetivo garantizar la implementación completa y efectiva de los «derechos de acceso a la información ambiental, la participación pública en los procesos de toma de decisiones ambientales y el acceso a la justicia en asuntos ambientales». Además, reconoce «la importancia del trabajo y las contribuciones fundamentales del público y los defensores de los derechos humanos en asuntos ambientales para el fortalecimiento de la democracia, los derechos de acceso y el desarrollo sostenible».
En América Latina y el Caribe, los activistas ambientales representan un pilar de la defensa de nuestros bienes comunes, sin embargo, también están en la primera línea de riesgo. Las estadísticas al respecto hablan de una realidad terrible: en 2024, Según la organización de defensores de primera línea257 defensores de los derechos humanos fueron asesinados en la región (que representa el 80% de estos casos a nivel mundial), y se estima que el 20.4% corresponde a los líderes ambientales. Países como Colombia y México destacan su tasa de violencia alarmante contra aquellos que denuncian la destrucción ambiental, con cifras que alcanzan docenas de muertes anuales, a pesar de haber ratificado el Acuerdo Escazú, que obliga a los estados parciales a garantizar un entorno «libre de amenazas, restricciones e inseguridad».
En la tercera conferencia de las partes de la Convención del Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, celebrada en abril de 2024 en Santiago, Chile, los países adoptaron un plan de acción para implementar el Artículo 9 del Tratado, que incluye mecanismos concretos para prevenir, investigar y castigar a las agresiones contra los activistas. Este compromiso con la democracia ambiental ha sido respaldado recientemente por el Tribunal Interamericano de Derechos Humanos en su opinión consultiva 32/2025, lo que reafirmó el deber estatal de proteger a los defensores ambientales, reconociendo expresamente el valor del Acuerdo Escazú. Sin embargo, un desafío urgente persiste: transformar este marco legal en protección efectiva y real en el campo a través de recursos, voluntad política y monitoreo de ciudadanos. Solo de esta manera se puede garantizar la justicia ambiental, salvaguardar a aquellos que se atreven a hablar por los ecosistemas y fortalecer la democracia frente a la crisis global que enfrentamos.


Internacionales
Detuvo a un camionero que huyó después de una indignación mortal en Almería | España

La Guardia Civil arrestó al conductor de un camión que huyó después de estar involucrado en una indignación mortal en la carretera A-7 en el apogeo del municipio de Níjar (Almería, 33,076 habitantes) hace tres semanas. Un hombre estaba cambiando una rueda de su camioneta, que había perforado, cuando fue golpeado por un vehículo que huyó del lugar sin detenerse. La víctima murió en caso de presencia de sus dos hijos menores.
Los eventos ocurrieron en las primeras horas del 11 de julio. Minutos antes de las tres de la mañana, un hombre había detenido su camioneta en el arco derecho de la carretera en dirección de Tarragona y la altura de Níjar. Había perforado una rueda trasera y estaba a punto de cambiarlo por un repuesto, como lo explican las fuentes de investigación. Mientras lo hacía, estaba abrumado por el camión cuyo conductor no se detuvo y continuó su marcha.
El hombre murió en la aparición en presencia de sus hijos, de 15 y 17 años, que lo acompañaron en el viaje. Ambos menores tuvieron que ser transferidos al Hospital Almeria en Torrecárdenas con un ataque de ansiedad.
Varias personas que circulaban en el mismo camino llamaron al servicio de emergencia de Andalucía 112 para contar los hechos. Los testigos explicaron que el hombre conducía el volante cuando el camión lo aturde. Al lugar, las tropas sanitarias de 061 se movieron, que solo podían confirmar la muerte del hombre. También asistieron a los menores, que estaban en estado de choque.
El área también trasladó varias patrullas de la Guardia Civil del Tráfico, que comenzó el trabajo de búsqueda y ubicación del autor de The Outrage. Los miembros del equipo de investigación de seguridad vial del subsector de Almería llevaron a cabo la recolección de evidencia en la carretera y también hicieron una declaración a los testigos de cara a cara. Con los vestigios recolectados y el análisis de más de 35,000 placas de los vehículos que circulaban en la carretera en ese momento, los agentes finalmente podrían identificar el camión involucrado, que llevaba un refrigerador semi -luz. Y, de él, a su conductor. El hombre ha sido arrestado como el supuesto autor de un delito de homicidio por imprudencia y otro abandono del sitio del accidente. Ya se ha puesto a disposición del tribunal.

Internacionales
El adolescente colombiano que obligó a su escuela evangélica a dar cuenta de los tribunales superiores: «Mi sexualidad no tiene nada que ver con Dios»

Rubén*, un adolescente de 15 años, tiene dificultades para recordar cuánto gritó un maestro cuando denunció en las redes sociales las humillaciones homofóbicas de su escuela. «No sé si tengo un bloqueo mental para el estrés de ese momento», dice mientras asistía a sus padres en Sogamoso, una ciudad de 120,000 habitantes a cuatro horas de la capital colombiana. Ese día, en una reunión en la que la maestra citó a sus padres, quería defender a dos compañeros sancionados por tener un cortejo. El maestro lo criticó diciendo que, si la sanción lo molestaba tanto, tal vez también era gay. «Recuerda que son una abominación por Dios», le advirtió. Sintió tanta ira que respondió que no veía el problema de ser homosexual, una afirmación que era su confesión. Olvidó, en el impulso, que su madre estaba allí. «Me obligaron a dejar el armario», enfatiza. Entonces, su escuela lo expulsó.
El adolescente llevó a su escuela a la justicia y lo ganó en diciembre de 2024. El tribunal constitucional El ordenó A la institución que se disculpa con Rubén, quien lo ayudó a nivelar cursos, una sentencia anterior ya había ordenado su reincorporación, y que realizó acciones para erradicar la discriminación contra los estudiantes de LGBTI. Se convirtió en un caso emblemático, con un adolescente exigiendo respetar su orientación sexual y la de sus compañeros de clase ante los tribunales superiores. «Sus acciones reflejan un fuerte compromiso con la justicia y una madurez admirable», los magistrados le felicitaron en una carta.
La escuela, sin embargo, evidenció su falta de autocrítica: pidió cancelar la sentencia con los argumentos de que Rubén nunca discriminó contra él porque no sospechaban que era gay, que los compañeros fueron expulsados por supuestamente tener relaciones sexuales en un baño, y que la libertad religiosa los cubre: son evangélicos. El tribunal rechazó la apelación a principios de julio y repudió la actitud de la escuela.
La religión ha sido un punto central. Rubén dice que una maestra obligó a sus alumnos a ver Viaje interrumpidoUn documental en el que los participantes cuentan cómo su fe los ayudó a dejar atrás la homosexualidad. «Algunos dijeron que cuando la tentación regresa, le piden a Dios que les recuerde que son hombres. Otros, que la soledad eterna es lo mejor para Dios», recuerda el adolescente. Del mismo modo, Rubén señala que el psicólogo de la escuela lo citó hace unos meses para justificar la apelación de la anulación con el argumento de que la institución «tenía mucho que ganar» porque el tribunal había violado «el problema religioso». El Tribunal Superior desestimó ese argumento y explicó que la ley de los padres para elegir la educación religiosa de sus hijos tiene que «armonizar con el deber de garantizar una educación sexual integral e inclusiva, basada en evidencia científica y normas de derechos humanos».
Rubén enfatiza que la religión «no puede usarse para generar odio» y que no ve el evangelismo y la homosexualidad como identidades exclusivas. «Bueno, obvio que creo en Dios», responde cuando se le pregunta si todavía profesa la religión de sus padres. «Siempre he creído que una cosa no debería mezclarse con la otra. Mi sexualidad no tiene nada que ver con Dios, porque algo que la Biblia dice que Dios es amor. Nunca criticó a las personas por lo que son», explica. «Le dije al coordinador: ‘Si hubieras hecho las cosas bien, Dios te habría ayudado. Estoy seguro de que no soy el único que le pidió que saliera a mi favor. Entonces, ¿por qué Dios me ayudó y no tú?»
Considera que los argumentos de su escuela eran tan ridículos que ni siquiera dieron lugar a preocuparse por la apelación de la anulación. «No me sentí nervioso. En mi mente, dije: ‘Tienes que ser muy tonto para creer que un magistrado va a demostrarlos.
Esta seguridad, en un contexto en el que los adultos le han enseñado lo contrario, se explica en gran medida por el apoyo de su hermana mayor. «Siempre sabía sobre mi sexualidad y tenía la motivación para apoyarme», dice. Fue quien convenció a los padres de que tenían que mantener a su hijo en su intención de ir a la justicia. «Ella sufrió bullying En la adolescencia, para otras cosas. Y él dijo: ‘Me hubiera gustado que a mi edad hubiera habido alguien que me apoyara. Y no voy a dejarlo solo ”, dice el adolescente. Después de eso, la madre dejó de decirle a Rubén que había creado el problema y que tuvo que solucionarlo por su cuenta. Lo acompañó y el tribunal cita sus intervenciones varias veces en la sentencia.
Activismo
El joven fue al feminista Oenegé Jacarandas a mediados de -2023 a abusos anónimos en su escuela. El desencadenante, dice, fue que una maestra le dijo a uno de sus amigos sancionados que su sexualidad estaba causando que sus padres sufrieran. «Me pareció injusto y les dije: ‘Si no vas a hablar, hablo. Porque ahora puedes serlo, pero entonces puede ser otra persona, puedo ser yo», recuerda. Otro compañero lo dio después de la difusión de la queja. «La familia le dijo que la llevaría, no sé dónde no decía quién era ella. Él me dijo y yo respondí:» Bueno, dije que era yo. Diles. »
«Siempre he sido una persona que no está interesada en lo que sucederá después de hacer lo que hace. Mido las consecuencias antes y, si decido algo, por algo que es», dice el adolescente. Él dice que nunca se arrepintió de su decisión de denunciar, incluso cuando lo arrojó la escuela y exigió una carta de disculpas para reintegrarlo, lo hizo, pero simplemente negaron la solicitud. Ni cuando el Ministerio de Educación de Sogamoso le dijo que no lo ayudaría, que la escuela tenía razón y que esto era su culpa: el corte también ordenó a la entidad que se disculpara. «Sabía que no estaba haciendo algo mal, así que no tendría que arrepentirme», dice.
Lo que produjo dudas era escalar el caso a la corte a principios de 2024. Para entonces, un fallo de segunda instancia ya había ordenado a la escuela que lo devolviera. «Ya había dejado atrás el problema. Pensé: ‘Pasado, Pread’. Pero la diversa Colombia me escribió [una oenegé que lo asesoró jurídicamente] Y me dijeron que el tribunal podría considerar el caso «, cuenta. Sentí que no era suficiente que me hubieran reintegrado. El manual de coexistencia escolar permaneció igual que antes y pensé: ‘Si un tribunal departamental hizo algo por mí, veamos qué hace el tribunal. «
Rubén dice que estaba contento de recibir «una carta agradable» de felicitaciones de que el Tribunal Superior lo envió explicando la sentencia en un idioma más claro. También que está feliz en su escuela, en la que quería quedarse para salvar los gastos que habían involucrado nuevos uniformes y evitar la «fatiga mental» de adaptarse a un nuevo entorno. Sus colegas no son los más apasionados por los derechos LGBTI, pero lo han apoyado. Los profesores y autoridades de la escuela ya no hacen comentarios discriminatorios: «Comenzaron a comportarse mejor. Obviamente por obligación, no porque quieran».
Prefiere mantener su identidad en reserva. «Quiero continuar luchando por otras cosas, pero no me siento listo para comenzar a partir públicamente», dice. Explica que practica un deporte todos los días después de las clases, no revela lo que es, por si acaso, y que el medio ambiente no es tan abierto en los asuntos LGBTI como entre sus amigos de la escuela. «En Colombia, el deporte sigue siendo muy propio consciente de estos temas, muy masculinizados. Los compañeros hacen sus comentarios y, por fuerte que sea, uno siente esa incomodidad», dice.
No duda, sí, que el deporte no es exclusivo con su sexualidad, a pesar de lo que otros creen. Afirma, antes de ir a entrenar, que es su gran pasión: si el próximo año cambia de escuela, explica que no será por la discriminación que sufrió como adolescente gay, sino para tener más tiempo para entrenar.
*Nombre cambiado para proteger la identidad del menor.

La reciente opinión asesor de la Corte Internacional de las Naciones Unidas (TIJ) sobre el derecho internacional climático marca un momento crucial para la acción global. Por primera vez, el más alto tribunal de la ONU ha afirmado que los estados tienen la obligación legal de proteger el medio ambiente contra las emisiones de gases de efecto invernadero y que el deber legal se deriva de la ley ambiental y los tratados internacionales de derechos humanos. El mensaje es claro: no actuar contra el cambio climático ya no es solo irresponsabilidad política o moral; Es una violación del derecho internacional.
La decisión del tribunal ha sido adoptada por unanimidad, algo que apenas ha sucedido cinco veces en los 80 años de historia de este cuerpo. Tampoco tuvo un nivel similar de participación en un procedimiento de la Corte Internacional de Justicia, o su predecesor, el Tribunal Permanente de Justicia Internacional.
Este pronunciamiento es, por lo tanto, histórico y también llega en un momento decisivo. La emergencia climática acelera y sus efectos son cada vez más evidentes: incendios devastadores, sequías prolongadas, ondas de calor extremas, fuertes inundaciones y pérdida de biodiversidad. Todo esto amenaza vidas, economías y, por lo tanto, la estabilidad global. Pero la conciencia que esta crisis no puede enfrentar de forma aislada también crece. En este contexto, el fallo de la corte es claro: ningún país puede darse el lujo de renunciar a sus obligaciones, ya que sería un hecho ilícito internacionalmente.
El cambio climático no conoce las fronteras, y es por eso que exige una respuesta que trasciende los intereses nacionales a corto plazo. Necesitamos un enfoque colaborativo, donde la solidaridad y cooperación multilateral están en el centro de la acción. Este esfuerzo global requiere compartir capacidades, transferir tecnología, movilizar financiamiento y, sobre todo, cumplir con los compromisos asumidos hace 10 años en París. Un acuerdo, el de París, que nació para ser el instrumento central del régimen climático internacional y que sigue siendo nuestra mejor herramienta para guiar la acción climática colectiva.
Pero para que esta cooperación sea efectiva, debe basarse en reglas claras que dan coherencia y estabilidad a los esfuerzos conjuntos. Aquí es donde el derecho internacional juega un papel fundamental. El marco legal internacional ofrece una estructura que protege a la más vulnerable, garantiza la responsabilidad y refuerza la acción climática.
El fallo de TIJ reafirma que los compromisos internacionales existentes, como el Acuerdo de París, son legalmente vinculantes y que los estados tienen la obligación de actuar con diligencia y buena fe para cumplirlos. Esto incluye el objetivo de limitar el calentamiento global a 1.5 ° C, considerado por la ciencia como el umbral de seguridad para evitar daños catastróficos, pero también reducir la dependencia de los combustibles fósiles, principalmente responsables de las emisiones de gases de efecto invernadero.
El IPCC (grupo intergubernamental de expertos en cambio climático) ha dejado en claro que hay tecnologías para lograr ese objetivo, marcando cuál debería ser la hoja de ruta global: el despliegue de energía renovable, eficiencia energética, hidrógeno verde, almacenamiento, movilidad y agricultura sostenible, así como medidas de adaptación basadas en ecosistemas.
Este nuevo apoyo legal para la acción climática no reemplaza la voluntad política, pero lo refuerza y lo legitima. Sirve como un recordatorio de que los compromisos internacionales no son declaraciones simbólicas, sino obligaciones reales que deben cumplirse, y ofrece a las comunidades afectadas por la crisis climática una base más sólida para exigir justicia. Debido a que un ambiente limpio, saludable y sostenible no es un lujo: es un requisito previo para el ejercicio de derechos fundamentales como la salud, los alimentos, el acceso al agua o incluso la vida misma. Y, como recuerda la Corte Internacional, los estados han firmado numerosos tratados que los obligan a proteger estos derechos, también contra el cambio climático.
En última instancia, la emergencia climática nos enfrenta a una elección colectiva trascendental: cooperar o fallar. El derecho internacional nos muestra el camino de cooperación, equidad y responsabilidad compartida.
Celebro que en estos tiempos cuando la información errónea y el negacionismo intentan laminar la confianza de la ciudadanía en la ciencia y en los principios fundamentales en los que se basan nuestras sociedades, la defensa de los derechos humanos y la protección de nuestro planeta han ganado.
Un mensaje más poderoso y urgente que nunca. Frente a aquellos que han optado por el no, es hora de reafirmarnos en un resonante sí. Una esperanza sí a la ciencia, el multilateralismo y la acción colectiva.
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