Este 10 de mayo se cumplen tres años desde que el fiscal paraguayo Marcelo Pecci fue asesinado en Colombia, en un hecho que conmocionó a toda la región y dejó al descubierto las vulnerabilidades del Estado paraguayo frente al crimen organizado. Su muerte no solo truncó una carrera judicial clave en la lucha contra las mafias, sino que también marcó un punto de inflexión para la percepción ciudadana sobre la impunidad en Paraguay.
El atentado ocurrió en la isla de Barú, mientras Pecci disfrutaba de su luna de miel. La ejecución fue planificada y llevada a cabo con precisión: sicarios llegaron en motos acuáticas y, en cuestión de segundos, dispararon a quemarropa. Su esposa, la periodista Claudia Aguilera, fue testigo del ataque. La escena no solo fue brutal; fue simbólica: el crimen organizado se cobró la vida de uno de sus principales adversarios a plena luz del día, fuera de las fronteras paraguayas.
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La justicia colombiana actuó con rapidez. En menos de un año, logró identificar, detener y condenar a los autores materiales. No obstante, el componente más importante del caso (el de los autores intelectuales) sigue siendo un misterio sin resolver, al menos en Paraguay. Los indicios, testimonios y declaraciones oficiales apuntan a que la orden de ejecución se originó en territorio paraguayo, donde Pecci enfrentaba causas sensibles vinculadas al narcotráfico, el lavado de dinero y estructuras criminales con ramificaciones políticas y empresariales.
El fiscal colombiano Mario Burgos, pieza clave en la investigación, lo dijo sin rodeos durante una visita al país: “La autoría intelectual está en Paraguay. Ustedes tienen que profundizar esa parte del trabajo”. Desde entonces, el Ministerio Público ha reiterado que la investigación “continúa”, pero lo cierto es que no se han presentado imputaciones ni revelado hallazgos significativos. La sensación es de estancamiento.
En estos tres años, el silencio oficial y la falta de avances han alimentado una percepción generalizada de que la impunidad sigue siendo la norma cuando el poder criminal se enfrenta al sistema de justicia. El asesinato de Pecci fue más que un crimen: fue un mensaje. Y la ausencia de justicia hasta hoy confirma que dicho mensaje fue recibido, pero no contestado.
La memoria de Marcelo Pecci continúa viva en el recuerdo de sus colegas, familiares y ciudadanos que aún reclaman justicia. Pero su legado enfrenta una amenaza constante: el olvido institucional, el desgaste mediático y la normalización de la impunidad en uno de los casos más emblemáticos de los últimos tiempos en Paraguay.
Fuente: El Independiente
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